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Un aneurisma es una dilatación localizada y persistente de la pared de un vaso sanguíneo. Los aneurismas cerebrales pueden producirse en cualquier lugar del cerebro, pero la mayoría está ubicada junto al bucle de arterias que pasan entre la parte inferior del cerebro y la base del cráneo.
La mayoría de los aneurismas cerebrales son debidos a una anormalidad congénita de una pared arterial asociada a una combinación de factores hemodinámicos y, en muy raras ocasiones, se identifica una causa específica. Los aneurismas cerebrales son más comunes en las personas con ciertas enfermedades genéticas, como trastornos del tejido conjuntivo y enfermedad del riñón poliquístico, y ciertos trastornos circulatorios, como malformaciones arteriovenosas.* Otros causas como traumatismos, alta presión arterial, infección de la pared del vaso (micóticos), tumores, aterosclerosis, tabaco y el abuso de drogas, particularmente el consumo habitual de cocaína, pueden llevar al desarrollo de aneurismas cerebrales.
La prevalencia de los aneurismas intracraneales en la población general se estima entre el 1,5 y el 8 % de la población. Los rangos de edad en los que se diagnostica esta patología están entre 40 y 70 años, aumentando la prevalencia al aumentar la edad y siendo levemente más comunes en las mujeres que los hombres (56%). Hasta un 20% de los pacientes presentan aneurismas múltiples. Todos los aneurismas cerebrales tienen un riesgo potencial de ruptura y pueden causar sangrado dentro del cerebro. La incidencia aproximada de aneurismas rotos es alrededor de 10 de cada 100,000 personas por año. (4600 pacientes por año en España). Los factores de riesgo de ruptura son hipertensión, abuso de alcohol, abuso de drogas (particularmente cocaína), y el tabaco. Además, el estado y tamaño del aneurisma también afectan el riesgo de ruptura.
La mayoría de los aneurismas cerebrales no muestran síntomas hasta que son muy grandes o se rompen. Algunos aneurismas cerebrales, particularmente los muy pequeños, no sangran ni causan otros problemas. El aneurisma puede provocar presión sobre un nervio o tejido cerebral circundante dando sintomatología neurológica. Los síntomas pueden comprender dolor por encima y detrás de los ojos; entumecimiento, debilidad o parálisis de un lado de la cara, un párpado caído, pupilas dilatadas y cambios en la visión.
También pueden romperse, derramando sangre en el tejido circundante (hemorragia o derrame cerebral), lo cual es una situación muy grave, con gran riesgo vital .Cuando un aneurisma sangra, el individuo puede tener una cefalea súbita intensa, visión doble, náuseas, vómitos, rigidez de la nuca o pérdida del conocimiento hasta un coma prolongado. Las cefaleas de advertencia o "centinelas" pueden deberse a un aneurisma quehacer pequeños sangrados desde días a semanas antes de romperse. Solo una minoría de los pacientes tiene una cefalea centinela antes de la ruptura del aneurisma.
Los pacientes generalmente describen la cefalea como "la peor de su vida" y generalmente es diferente en intensidad y gravedad de otros dolores de cabeza que han tenido. Este tipo de dolor de cabeza especialmente cuando está combinada con otros síntomas deben buscar atención médica inmediata.
La mayoría de los aneurismas cerebrales pasa desapercibido hasta que se rompe o se detecta por imágenes cerebrales que pueden haberse obtenido por otra causa. En el momento actual en la mayoría de los centros hospitalarios involucrados en esta patología disponen de equipamiento para la realización de angiografías, Tomografia Axial Computada y/o Resonancia Magnética (angio-TAC o angio-RM). Mediante estas exploraciones se puede determinar con suficiente fiabilidad la presencia o no de un aneurisma como causa de la HSA, sus características anatómicas, las de los vasos del polígono de Willis y datos esenciales para un correcto tratamiento. La prueba de referencia para el diagnóstico de un aneurisma sigue siendo la angiografía cerebral.
La re-ruptura del aneurisma es, habitualmente, la mayor causa prevenible de morbilidad debida a hemorragia subaracnoidea aneurismática, y por ello su prevención representa el mayor desafío terapéutico al que se enfrentan los médicos que tratan a los pacientes que han sufrido hemorragia subaracnoidea post-aneurismática. El riesgo de resangrado se estima de un 3-4% en las primeras 24 horas, del 30% durante el primer mes y alrededor de un 40% en los siguientes 6 meses.La mortalidad ligada al resangrado se cifra en un 70% , por eso SI se deben tratar todos los aneurismas que han sangrado o dan síntomas salvo que el riesgo del tratamiento sea superior a la evolución de la enfermedad.
No todos los aneurismas cerebrales se rompen o dan síntomas. Algunos pacientes con aneurismas muy pequeños pueden ser monitorizados para detectar un crecimiento o inicio de síntomas y para asegurar el tratamiento agresivo de los problemas médicos coexistentes y los factores de riesgo. Cada caso es único, y las consideraciones para tratar un aneurisma no roto son el tipo, tamaño y ubicación del aneurisma; el riesgo de ruptura; la edad del paciente, la salud, los antecedentes médicos personales y familiares y el riesgo del tratamiento.
Se dispone de dos opciones quirúrgicas para tratar los aneurismas cerebrales, donde ambas conllevan el riesgo de un accidente cerebrovascular postoperatorio.
Una es el clipado microvascular . Bajo anestesia, se extrae una sección del cráneo y se localiza el aneurisma. El neurocirujano usa un microscopio para colocar un clip pequeño y metálico parecido a un broche. El clip permanece en el paciente y evita el riesgo de sangrado futuro. Luego se vuelve a colocar el trozo de cráneo y se cierra el cuero cabelludo. Se ha demostrado que el clipado es altamente eficaz, dependiendo de la ubicación, forma y tamaño del aneurisma. En general, los aneurismas que se cierran completamente no regresan.
La embolización endovascular es una la otra técnica. Una vez que el paciente ha sido anestesiado, el médico introduce un tubo de plástico hueco (un catéter) dentro de una arteria (generalmente a través de la ingle) y lo avanza con control de Rx, por el cuerpo hasta el sitio del aneurisma. Usando un alambre guía, se pasan espirales metálicas y se liberan dentro del aneurisma. Los espirales llenan el aneurisma, lo bloquean de la circulación, y evitan el sangrado.
El incremento de la experiencia clínica con esta técnica así como el perfeccionamiento en el diseño de los materiales, ha condicionado un incremento progresivo en la utilización de la embolización de aneurismas incluso en pacientes que podrían haber sido tratados mediante clipaje quirúrgico hasta que en la actualidad son numerosos los centros en los que sólo se recurre al tratamiento quirúrgico cuando el paciente no puede ser tratado primariamente mediante tratamiento endovascular.
Dr. Juan Miguel Macho, Jefe de Sección de Angioradiología del Hospital Clínic de Barcelona y el Dr. Luis San Román, Médico Adjunto a la Sección de Angioradiología del Hospital Clínic de Barcelona.